Vaya final de veranito que he tenido. Me picó una garrapata y aunque enseguida me la quitaron no había manera de que aquella zona, donde la asquerosa garrapata había introducido sus dientes para extraerme parte de mi sangre real, dejara de picarme. Tanto me dedique a rascarme que al final, en vez de conseguir calmarme y que se me curará la pequeñísima costrita que tenía, lo que provoqué fue era una enorme erosión en el cuello. Al verlo mi ama enseguida me puso a la moda y me convirtió en la princesa lamparilla.
jueves, 17 de septiembre de 2009
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